Aunque adopte a veces una forma lancinante, habrá que volver regularmente
sobre el problema del individualismo, aun cuando sólo fuera porque obnubila, de manera más o menos pertinente, toda la reflexión contemporánea.Como tal, o bajo una forma derivada cuando se habla de narcisismo, se halla en el centro de numerosos libros, artículos y tesis que lo abordan desde un punto de vista psicológico, naturalmente, pero también desde un punto de vista histórico, sociológico o político.Es, en cierto modo, un paso obligado para quien pretende contribuir a la construcción de un saber sobre la modernidad. Esto no es, en absoluto, inútil. Lo que sí plantea más problemas es cuando las circunstancias hacen que el individualismo se convierta en el sésamo explicativo de un sinnúmero de artículos periodísticos, discursos políticos o propuestas moralistas.
La multiplicidad del yo y el ambiente comunitario que induce servirán de telón de fondo para nuestra reflexión. He propuesto llamarle a esto el "paradigma estético", en el sentido de experimentar o de sentir en común. En efecto, mientras que la lógica individualista descansa sobre una identidad separada y encerrada en sí misma, la persona no tiene valor más que por su relación con los demás.Los héroes, los santos o las figuras emblemáticas pueden existir, pero son en cierto modo ideales-tipo, "formas" vacías, matrices que permiten a cada quien reconocerse como tal y comulgar con los demás.
Son numerosos los ejemplos de nuestra vida cotidiana que pueden ilustrar el ambiente emocional secretado por el desarrollo tribal; se puede incluso notar que tales ejemplos han dejado de sorprender, pues ya forman parte integrante del paisaje urbano.
La historia puede promover una moral (una política), mientras que el espacio puede favorecer, por su parte, una estética y secretar una ética.
Ya hemos visto cómo la comunidad emocional es inestable, abierta, lo que puede tornarla en numerosos puntos anómica respecto a la moral establecida. Al mismo tiempo, no deja de suscitar un estricto conformismo entre sus propios miembros.Existe una "moral del hampa", a la que resulta bastante difícil sustraerse. Se conocen sus aspectos paroxísticos: la mafia, las organizaciones criminales; pero se olvida con mucha frecuencia que un consenso parecido reina en el mundo de los negocios, en el medio intelectual y que uno podría, a placer, multiplicar los ejemplos.Obviamente, en estos diferentes medios, como el grado de pertenencia se halla diferenciado, la fidelidad para
con las reglas del grupo, a menudo no dichas, está de por sí sujeta a múltiples variaciones. Sea como fuere, es importante, de manera no normativa, apreciar sus efectos, su fuerza compulsiva y también, tal vez, su dimensión prospectiva.Haciendo referencia a expresiones de la vida cotidiana como darse calor, codearse, rozarse, pueden ser éstas, tal vez, el fundamento más simple de la ética comunitaria.
Vivir la propia muerte cotidiana podría ser el resultado de un sentimiento colectivo que ocupa un lugar privilegiado en la vida social. Es esta sensibilidad común la que favorece un ethos centrado en la proximidad; es decir, hablando con más sencillez, una manera de ser que puede ser alternativa tanto en lo que atañe a la producción como al reparto de los bienes (económicos o simbólicos).
"La costumbre determina la vida social al igual que lo haría una potencia ideal."
Nos vemos así remitidos a una acción duradera que inscribe profundamente en los seres y las cosas. La manera en cómo se dejan ver se trata prácticamente de un código genético que limita y delimita mucho más que lo que la situación económica y política, la manera de ser con los demás. Es en este sentido que, después de la estética (el sentir en común) y la ética (la argamasa colectiva), la costumbre es con toda certeza una buena manera de caracterizar la vida cotidiana de
los grupos contemporáneos.
La costumbre, en este sentido, es lo no dicho, el "residuo" que funda el estar-juntos.Lo que pretenden destacar estas expresiones es que buena parte de la existencia social escapa al orden de la racionalidad instrumental, no se deja finalizar ni puede limitarse a una simple lógica de la dominación. La duplicidad, la astucia, el querer-vivir, se expresan por medio de una multiplicidad de rituales, de situaciones, de gestualidad, de experiencias que delimitan un espacio de libertad.
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